El ataque de los muertos vivientes

Nos encontramos en los albores de la Primera Guerra Mundial, concretamente a finales de agosto de 1914.

Tras el intento ruso de invasión de Prusia oriental, los ejércitos alemanes, al mando del General Paul Von Hindenburg, derrotaron de manera flagrante al mal preparado ejército imperial ruso en la famosa batalla de Tannenberg.

Con más de 140.000 bajas, entre muertos, heridos y capturados, el II Ejército Ruso fue prácticamente aniquilado, viéndose obligado a replegarse y dejar expuesta a la Polonia rusa al ataque alemán.

Prisioneros de guerra rusos

Prisioneros de guerra rusos

Y así fue. En septiembre de 1914 el ejército alemán comenzó la invasión de Polonia (parte del Imperio Ruso).

Allí se encontraba el escenario de nuestra historia: la fortaleza rusa de Osowiec, situada en el margen derecho del río Biebrza.

La fortificación era de gran importancia estratégica, ya que cerraba el único paso existente a través de los grandes pantanos del Biebrza. Era para los alemanes el camino más corto hacia la invasión de Rusia.


Se trataba de una fortificación no muy grande pero muy bien pertrechada: era prácticamente circular y contaba en su interior con cuatro fuertes de hormigón.

La posición principal de la defensa de la ciudadela era una fortaleza «Central» o fuerte 1, donde además se encontraban los almacenes y barracones. Su perímetro era defendido también por trincheras y alambradas de espino.

Contaba con una guarnición de cerca de 1.000 hombres y 69 cañones de distinto calibre. A su mando se encontraba el comandante Svechnikov.

Cuartel de mando del Fuerte 1 de la fortaleza Osowiec

Cuartel de mando del Fuerte 1 de la fortaleza Osowiec

Frente a ellos se habían situado alrededor de 200.000 prusianos y un ingente número de piezas de artillería y morteros de asedio.

Nos encontramos en el amanecer del día 25 de febrero de 1915.

Los alemanes habían calculado que forzar la rendición de la fortaleza sólo les llevaría 24 horas de bombardeo metódico: en total 360 rondas, es decir, una cada cuatro minutos.

Por su parte, el alto mando ruso, viendo lo que se avecinaba, pidió a los defensores de la fortificación algo que en el fondo consideraba como imposible: resistir al menos 48 horas… Pero la fortaleza resistiría heroicamente durante casi 6 meses.

A las 7:00 de la mañana las baterías y morteros alemanes comenzaron a abrir fuego…


Morteros pesados iniciando el ataque

Morteros pesados iniciando el ataque

Durante la primera semana del terrible bombardeo se calcula que fueron lanzados entre 200 y 250 mil proyectiles pesados, y durante todo el asedio cerca de 500.000.

Ya os podéis imaginar la escena:

Las defensas se derrumbaban y se desprendían paredes y techos, enormes lenguas de fuego lo invadían todo, la tierra temblaba, depósitos y almacenes eran destruidos, la comunicación por cable se interrumpió… el castillo entero estaba envuelto en nubes de humo y polvo… y así día tras día…

Los corresponsales extranjeros, impresionados por la visión, llegaron a escribir que era imposible que nadie saliera vivo de aquel huracán de fuego.
Según cuentan las crónicas, la fortaleza también fue bombardeada por la aviación alemana, y sus tropas intentaron hasta diez veces tomarla al asalto, pero lo pantanoso del terreno y el fuego de las baterías rusas impidieron nueve de ellos.

Y llegamos a la parte central de nuestro relato: el décimo intento de asalto.

Era el 6 de Agosto de 1915, llevaban más de 5 meses de asedio. Este fue un día más negro si cabe para los defensores de Osowiec.

A las innumerables bajas y heridos por los bombardeos se unían las causadas por las enfermedades… ý ahora se iba a añadir un nuevo calvario para ellos…

Los alemanes, al que este asedio les estaba llevando mucho más tiempo del previsto, decidieron utilizar gas venenoso contra la guarnición de la fortaleza.

Ataque con gas venenoso

Ataque con gas venenoso

Eran las 4:00 de la madrugada de aquel 6 de agosto.

Una enorme nube verde de cloro se acercaba a la ciudadela desde las posiciones alemanas. Tardó en llegar entre 5 y 10 minutos. Tenía una anchura de 8 Km y más de 12 metros de altura.

Los defensores no tenían máscaras antigas.

Las hojas de los árboles se volvieron amarillas, todo comenzó a cubrirse de una gruesa capa de color verde de monóxido de cloro: los obuses, los tanques de agua, los ya escasos alimentos almacenados sin cierre hermético -carne, mantequilla, manteca de cerdo, verduras- se volvieron venenosos.

Los hombres se refugiaron como pudieron entre los pliegues de las trincheras y de los restos de las antiguas murallas de la fortaleza… pero la intoxicación llevó a muchos de ellos a la muerte.


Tras el ataque de gas quedaban con vida poco más de un centenar de defensores.

El mando alemán pensó que la fortaleza ya estaba condenada, así que volvieron a abrir fuego masivo de artillería al tiempo que 7.000 soldados se dispusieron a realizar el definitivo asalto a la fortaleza: sería el décimo, pensaban que sería el último… y que sería fácil…

Sin embargo, el comandante Svechnikov ordenó un contraataque desesperado contra la infantería prusiana.

A pesar de las fuertes pérdidas, nueve baterías pesadas y dos ligeras comenzaron a abrir fuego desde los restos de la fortaleza contra los atacantes.

Trincheras, gases mortales, sangre y fuego

Trincheras, gases mortales, sangre y fuego

Y fue precisamente en ese mismo instante cuando no más de 60 soldados rusos salieron de sus trincheras y refugios con la bayoneta calada hacia los atónitos soldados alemanes, gritando entre agónicos estertores y toses sangrantes, envueltos en harapientas camisas y trapos, exhaustos y famélicos, con la cara desencajada y los ojos pareciendo que se salían de sus órbitas…. auténticos muertos vivientes.

El escenario era dantesco… un espectáculo horrible.

La infantería germana, aterrorizada, no presentó batalla y apresuró a retirarse. Desorganizados en la fuga, dejaron atrás armas y municiones por el camino.


Varias docenas de “medio-muertos” soldados rusos pusieron en fuga a tres regimientos de infantería germánica.

Y así terminó este asalto, en el que los alemanes habían depositado tantas esperanzas tras más de cinco meses de asedio.

Esta acción pasará a la historia de Rusia como el “ataque de los muertos”.
Osowiec todavía era rusa.

Durante algunos días más se repitieron los bombardeos de la artillería alemana, pero el alto mando ruso consideró que la defensa de la fortaleza ya había perdido su significado, por lo que ordenó su evacuación la noche del 24 de agosto de 1915, no sin antes hacer que sus zapadores hicieran estallar el escaso armamento y munición que aún quedaba en la fortaleza para así evitar que cayera en manos alemanas.

Pocos días más tarde, el ejército prusiano ocupó las ruinas de Osowiec, donde no encontró ni un mísero cartucho, proyectil o lata de comida.


Una defensa heroica y ejemplar que al final no sirvió para casi nada (acaso retrasar el avance alemán en el frente oriental).

Con la firma del Tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918, Rusia se retiraría de una guerra que en tres años había costado la muerte a 2.300.000 rusos y otros 5.000.000 heridos.

Esto provocó que 160 divisiones alemanas (más de 2 millones de soldados) y austriacas pudieron cambiar del Frente Oriental al Frente Occidental.

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Nota 1: Algunos de los documentos consultados sostienen que existieron otras razones que pudieron influir en el fracaso de este décimo asalto y la puesta en fuga de los 7.000 soldados alemanes por cerca de 60 rusos cansados y envenenados.

Por ejemplo, se dice que aquel 6 de agosto la infantería alemana pasó demasiado pronto a la ofensiva tras el ataque de gas, sufriendo pérdidas en sus propias filas que causaron el pánico en las tropas, forzando su retirada…

Tal vez hay algo de cierto en ello, pero no restaría un ápice la lección de valor, coraje y resistencia al asedio por parte de este puñado de soldados rusos.

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Visto en Aldea Irreductible

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