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El ataque de los muertos vivientes

septiembre 2, 2009

Nos encontramos en los albores de la Primera Guerra Mundial, concretamente a finales de agosto de 1914.

Tras el intento ruso de invasión de Prusia oriental, los ejércitos alemanes, al mando del General Paul Von Hindenburg, derrotaron de manera flagrante al mal preparado ejército imperial ruso en la famosa batalla de Tannenberg.

Con más de 140.000 bajas, entre muertos, heridos y capturados, el II Ejército Ruso fue prácticamente aniquilado, viéndose obligado a replegarse y dejar expuesta a la Polonia rusa al ataque alemán.

Prisioneros de guerra rusos

Prisioneros de guerra rusos

Y así fue. En septiembre de 1914 el ejército alemán comenzó la invasión de Polonia (parte del Imperio Ruso).

Allí se encontraba el escenario de nuestra historia: la fortaleza rusa de Osowiec, situada en el margen derecho del río Biebrza.

La fortificación era de gran importancia estratégica, ya que cerraba el único paso existente a través de los grandes pantanos del Biebrza. Era para los alemanes el camino más corto hacia la invasión de Rusia.


Se trataba de una fortificación no muy grande pero muy bien pertrechada: era prácticamente circular y contaba en su interior con cuatro fuertes de hormigón.

La posición principal de la defensa de la ciudadela era una fortaleza «Central» o fuerte 1, donde además se encontraban los almacenes y barracones. Su perímetro era defendido también por trincheras y alambradas de espino.

Contaba con una guarnición de cerca de 1.000 hombres y 69 cañones de distinto calibre. A su mando se encontraba el comandante Svechnikov.

Cuartel de mando del Fuerte 1 de la fortaleza Osowiec

Cuartel de mando del Fuerte 1 de la fortaleza Osowiec

Frente a ellos se habían situado alrededor de 200.000 prusianos y un ingente número de piezas de artillería y morteros de asedio.

Nos encontramos en el amanecer del día 25 de febrero de 1915.

Los alemanes habían calculado que forzar la rendición de la fortaleza sólo les llevaría 24 horas de bombardeo metódico: en total 360 rondas, es decir, una cada cuatro minutos.

Por su parte, el alto mando ruso, viendo lo que se avecinaba, pidió a los defensores de la fortificación algo que en el fondo consideraba como imposible: resistir al menos 48 horas… Pero la fortaleza resistiría heroicamente durante casi 6 meses.

A las 7:00 de la mañana las baterías y morteros alemanes comenzaron a abrir fuego…


Morteros pesados iniciando el ataque

Morteros pesados iniciando el ataque

Durante la primera semana del terrible bombardeo se calcula que fueron lanzados entre 200 y 250 mil proyectiles pesados, y durante todo el asedio cerca de 500.000.

Ya os podéis imaginar la escena:

Las defensas se derrumbaban y se desprendían paredes y techos, enormes lenguas de fuego lo invadían todo, la tierra temblaba, depósitos y almacenes eran destruidos, la comunicación por cable se interrumpió… el castillo entero estaba envuelto en nubes de humo y polvo… y así día tras día…

Los corresponsales extranjeros, impresionados por la visión, llegaron a escribir que era imposible que nadie saliera vivo de aquel huracán de fuego.
Según cuentan las crónicas, la fortaleza también fue bombardeada por la aviación alemana, y sus tropas intentaron hasta diez veces tomarla al asalto, pero lo pantanoso del terreno y el fuego de las baterías rusas impidieron nueve de ellos.

Y llegamos a la parte central de nuestro relato: el décimo intento de asalto.

Era el 6 de Agosto de 1915, llevaban más de 5 meses de asedio. Este fue un día más negro si cabe para los defensores de Osowiec.

A las innumerables bajas y heridos por los bombardeos se unían las causadas por las enfermedades… ý ahora se iba a añadir un nuevo calvario para ellos…

Los alemanes, al que este asedio les estaba llevando mucho más tiempo del previsto, decidieron utilizar gas venenoso contra la guarnición de la fortaleza.

Ataque con gas venenoso

Ataque con gas venenoso

Eran las 4:00 de la madrugada de aquel 6 de agosto.

Una enorme nube verde de cloro se acercaba a la ciudadela desde las posiciones alemanas. Tardó en llegar entre 5 y 10 minutos. Tenía una anchura de 8 Km y más de 12 metros de altura.

Los defensores no tenían máscaras antigas.

Las hojas de los árboles se volvieron amarillas, todo comenzó a cubrirse de una gruesa capa de color verde de monóxido de cloro: los obuses, los tanques de agua, los ya escasos alimentos almacenados sin cierre hermético -carne, mantequilla, manteca de cerdo, verduras- se volvieron venenosos.

Los hombres se refugiaron como pudieron entre los pliegues de las trincheras y de los restos de las antiguas murallas de la fortaleza… pero la intoxicación llevó a muchos de ellos a la muerte.


Tras el ataque de gas quedaban con vida poco más de un centenar de defensores.

El mando alemán pensó que la fortaleza ya estaba condenada, así que volvieron a abrir fuego masivo de artillería al tiempo que 7.000 soldados se dispusieron a realizar el definitivo asalto a la fortaleza: sería el décimo, pensaban que sería el último… y que sería fácil…

Sin embargo, el comandante Svechnikov ordenó un contraataque desesperado contra la infantería prusiana.

A pesar de las fuertes pérdidas, nueve baterías pesadas y dos ligeras comenzaron a abrir fuego desde los restos de la fortaleza contra los atacantes.

Trincheras, gases mortales, sangre y fuego

Trincheras, gases mortales, sangre y fuego

Y fue precisamente en ese mismo instante cuando no más de 60 soldados rusos salieron de sus trincheras y refugios con la bayoneta calada hacia los atónitos soldados alemanes, gritando entre agónicos estertores y toses sangrantes, envueltos en harapientas camisas y trapos, exhaustos y famélicos, con la cara desencajada y los ojos pareciendo que se salían de sus órbitas…. auténticos muertos vivientes.

El escenario era dantesco… un espectáculo horrible.

La infantería germana, aterrorizada, no presentó batalla y apresuró a retirarse. Desorganizados en la fuga, dejaron atrás armas y municiones por el camino.


Varias docenas de “medio-muertos” soldados rusos pusieron en fuga a tres regimientos de infantería germánica.

Y así terminó este asalto, en el que los alemanes habían depositado tantas esperanzas tras más de cinco meses de asedio.

Esta acción pasará a la historia de Rusia como el “ataque de los muertos”.
Osowiec todavía era rusa.

Durante algunos días más se repitieron los bombardeos de la artillería alemana, pero el alto mando ruso consideró que la defensa de la fortaleza ya había perdido su significado, por lo que ordenó su evacuación la noche del 24 de agosto de 1915, no sin antes hacer que sus zapadores hicieran estallar el escaso armamento y munición que aún quedaba en la fortaleza para así evitar que cayera en manos alemanas.

Pocos días más tarde, el ejército prusiano ocupó las ruinas de Osowiec, donde no encontró ni un mísero cartucho, proyectil o lata de comida.


Una defensa heroica y ejemplar que al final no sirvió para casi nada (acaso retrasar el avance alemán en el frente oriental).

Con la firma del Tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918, Rusia se retiraría de una guerra que en tres años había costado la muerte a 2.300.000 rusos y otros 5.000.000 heridos.

Esto provocó que 160 divisiones alemanas (más de 2 millones de soldados) y austriacas pudieron cambiar del Frente Oriental al Frente Occidental.

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Nota 1: Algunos de los documentos consultados sostienen que existieron otras razones que pudieron influir en el fracaso de este décimo asalto y la puesta en fuga de los 7.000 soldados alemanes por cerca de 60 rusos cansados y envenenados.

Por ejemplo, se dice que aquel 6 de agosto la infantería alemana pasó demasiado pronto a la ofensiva tras el ataque de gas, sufriendo pérdidas en sus propias filas que causaron el pánico en las tropas, forzando su retirada…

Tal vez hay algo de cierto en ello, pero no restaría un ápice la lección de valor, coraje y resistencia al asedio por parte de este puñado de soldados rusos.

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Visto en Aldea Irreductible

Evasion o victoria

junio 10, 2009

Evasión o victoria

En agosto de 1942, ocho jugadores del Dinamo y tres del Lokomotiv se enfrentaron a un equipo del ejército nazi en Kiev. Ganaron 5-3. Pocos días después, varios de ellos murieron torturados y asesinados como represalia.

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El 19 de septiembre de 1941 Kiev fue ocupada por el ejército nazi.

Durante los meses siguientes llegaron a la ciudad cientos prisioneros de guerra liberados, a los que no se permitía trabajar ni vivir en casas, por lo que se veían abocados a la indigencia.

Entre aquellos soldados desnutridos estaba Nikolai Trusevich, portero del Dinamo de Kiev. Josef Kordik, un panadero de origen alemán, reconoció a su ídolo nada más verlo: el gigante Trusevich. Se saltó la ley y lo contrató. Y le encargó encontrar a sus compañeros, a los que fue ocupando en la panadería. Hasta allí llegaron también tres futbolistas del Lokomotiv.

Así nació el FC Start. El 7 de junio, jugaron su primer partido.

Pese a estar famélicos y haber trabajado de noche, vencieron 7-2. Su siguiente rival fue el equipo de una guarnición húngara: 6-2. Luego le metieron once a un conjunto rumano.

La cosa se puso seria cuando el 17 de julio ganaron 6-0 a un equipo del ejército alemán. Ocho días después, al MSG húngaro (5-1). Y más tarde, 3-2 en la revancha.

Revancha.

El 6 de agosto, convencidos de su superioridad, los alemanes prepararon un equipo con miembros de la Luftwaffe, el Flakelf.

Pese a las patadas de los alemanes, el Start venció 5-1. El 9 de agosto se anunció la revancha, en el repleto estadio Zénit. Antes del choque, un oficial de las SS entró en el vestuario ucranio y dijo en ruso: «Soy el árbitro, respeten las reglas y saluden con el brazo en alto».

Ya en el campo, los futbolistas del Start (camiseta roja y pantalón blanco) alzaron el brazo, pero se lo llevaron al pecho y en lugar de gritar ¡Heil Hitler!, corearon «¡Fizculthura!», un eslogan soviético que proclamaba la cultura física.

Los alemanes (camiseta blanca y pantalón negro) marcaron primero, pero el Start llegó al descanso ganando 2-1. Hubo más visitas al vestuario y los jugadores se plantearon no salir.

Pero salieron. Con 5-3 a su favor, Klimenko regateó al portero y cuando todos esperaban el gol, se dio la vuelta y chutó hacia el centro del campo. El estadio se vino abajo.

El final.

Como si nada hubiera ocurrido, el Start ganó días después al Rukh (8-0). Pero tras el partido, la Gestapo visitó la panadería. El primero en morir torturado en comisaría fue Kortkykh. Los demás arrestados fueron enviados al campo de Siretz. Allí, como respuesta a un ataque de la resistencia, mataron a Kuzmenko, Klimenko y Trusevich… que cuentan que murió con su camiseta de portero puesta y gritando: «¡El deporte rojo nunca morirá!».

Goncharenko, Tyutchev y Sviridovsky, que no estaban en la panadería, sobrevivieron escondidos hasta la liberación de Kiev en noviembre del 43. El resto se esfumó en el caos de la guerra.

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Ésta es la historia del ‘Partido de la Muerte’, según recoge Andy Dougan en su libro Dynamo. Eduardo Galeano asegura que fueron fusilados «con los equipos puestos, en lo alto de un barranco».

John Huston se inspiró en la historia para rodar Evasión o Victoria.

Hizo lo que no se atrevió el destino: salvar a los héroes.

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Visto en As.com

Stanislav Petrov – El hombre que casi destruyó la tierra

abril 28, 2009

Stanislav Petrov, el hombre que salvó al mundo de la destrucción nuclear

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Eran las 12.14 de la madrugada del día 26 de setiembre de 1983, cuando la alarma se disparó en el bunker Serpukhov-15, la pantalla en frente del oficial de guardia, Stanislav Petrov, se tiñó de rojo, el ordenador mostraba que los americanos acababan de lanzar un misil nuclear contra la URSS, en menos de 20 minutos el misil haría impacto. La peor pesadilla se había hecho realidad, la estupefacción se apoderó de Petrov y sus subordinados.
Stanislav Petrov, foto del Washington Post, 2002

Petrov, teniente coronel de las fuerzas aéreas soviéticas, era responsable de la supervisión de la red soviética de satélites de alarma temprana sobre Estados Unidos. Petrov ocupaba una posición intermedia en la cadena de mando y supervisaba el personal que monitorizaba los datos que enviaban los satélites. De detectar una amenaza inminente, la obligación de Petrov era informar a los superiores en el cuartel general del sistema de alerta que llegado el momento informarían al personal encargado de consultar con el líder soviético, Yuri Andropov, sobre la posibilidad de iniciar una operación de contraataque.

La noche del incidente los ordenadores del bunker informaron del lanzamiento desde Estados Unidos de un misil balístico intercontinental con dirección a la Unión Soviética. Petrov tenía que pensar rápido y decidir si se trataba de una alarma real. Petrov recuerda que fueron cinco minutos de gran stress, en los que era consciente que se la estaba jugando. Mientras sostenía en teléfono con una mano, con la otra sujetaba un interfono intentando recabar toda la información necesaria, al mismo tiempo que los mapas electrónicos y las consolas no paraban de hacer destellos y el sonido de las ensordecedoras sirenas no cesaba.

Pese a toda esta presión y la responsabilidad de ser la persona que desencadenara la Tercera Guerra Mundial, Petrov fue capaz de mantener la cabeza fría y llegó a la conclusión que todo era sólo una falsa alarma. Petrov creyó que era improbable que los americanos iniciaran un ataque nuclear con un solo misil, puesto que siempre le habían dicho que de hacerlo lo harían a gran escala, es decir, con el lanzamiento de cientos de misiles de manera simultánea, con el objetivo de imposibilitar que la Unión Soviética contraatacara.

Además, la fiabilidad del sistema de satélites ya había sido cuestionada en el pasado.

Reagan y Andropov. Portada de la revista Time del 1 de febrero de 1984. Foto original
Sin embargo, al poco rato los ordenadores identificaron el lanzamiento de un segundo misil. Después un tercero, y después un cuarto y un quinto. En total cinco misiles americanos en el cielo, todos ellos dirigidos a la Unión Soviética. La situación se había complicado, quizás sí que fuera un ataque en serio. Petrov, aún sin saber si a estos cinco misiles los seguirían más, tenía que volver a evaluar la situación, y pese a no contar con ninguna otra fuente de información que confirmara sus sospechas, siguió desconfiando del sistema. El sistema soviético de radares terrestres, que hubiera podido confirmar el ataque, era incapaz de detectar los misiles más allá del horizonte. Aunque esperar a que estos radares los detectaran, de ser real la amenaza, hubiera limitado la capacidad de respuesta soviética a sólo unos minutos.

Fue una larga y desconcertante espera, 15 minutos, hasta que el sistema de radar confirmó su suposición, no estaban lloviendo misiles sobre la Unión Soviética, quedaba claro que el sistema informático había estado enviando falsos positivos. Los que estaban con él en el bunker le felicitaron y respiraron aliviados.

La gente no empieza una guerra nuclear con sólo cinco misiles”, con esta frase Petrov dejaba claro cuál fue la suposición (aunque fue eso sólo, una suposición) que le sirvió para tomar las decisiones de aquel día. También influyó que el sistema de detección de lanzamientos era todavía muy nuevo y se había puesto en servicio con demasiadas prisas.

Según Petrov, que llevaba en el centro de alarma temprana desde su creación y lo conocía bastante bien, no era aún fiable del todo.

En todo el incidente hay una cierta confusión sobre si Petrov llegó a informar a sus superiores de la falsa alarma. Según unos sí que lo hizo, pero según otros no fue así y esto fue motivo de represalias a posteriori.

Tras el incidente, Petrov fue felicitado por su decisión. El comandante de la Unidad de Misiles de Defensa de las fuerzas aéreas soviéticas, Yuri Votintsev, reconoció que Petrov llevó a cabo las “acciones correctas” y que estas estaban “correctamente anotadas”. El mismo Petrov afirma que Votintsev le prometió una recompensa, aunque más tarde fue objeto de una reprimenda con el pretexto de no haber descrito del incidente adecuadamente en su diario militar. Finalmente, Petrov no fue castigado pero tampoco recompensado, según él mismo, porque los errores del sistema avergonzaron a sus superiores y a los científicos responsables.

Según Petrov, si le hubieran recompensado a él, los demás tendrían que haber sido castigados.
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Petrov vive hoy en día retirado en la ciudad e Fryazino y pese a los premios que ha recibido no se considera a sí mismo como un héroe. Según afirmó en una entrevista: “era mi trabajo, y era la persona correcta en el momento apropiado”. Su última mujer, que durante años no sabía nada del incidente, a menudo le preguntaba: “¿Qué hiciste?” y el respondía: “No hice nada”. En la actualidad, se está preparando un documental, “El hombre que salvó el mundo”, que se espera que se estrene en julio de este año, 2009, tal vez ayude a que este héroe reciba finalmente el reconocimiento que se merece.PS: ¿Qué hubiera hecho Petrov si el sistema en vez de confundir los reflejos con unos cuantos misiles, los hubiera confundido con cientos de ellos?
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The man who saved the world
Saludos gente.

La isla secreta

abril 7, 2009
La isla secreta del Mar Aral.

Es probable que casi nadie haya oído hablar de la isla Vozrozhdeniya.

De hecho, la isla ha dejado de existir como tal, y es desconocida por causas que pocos podrían imaginar: el mar que la rodea se ha convertido literalmente en un desierto, pero además, su nombre encierra uno de los secretos mejor guardados durante la Guerra Fría.

El lugar, una isla en una región poco habitada, fue elegido en el año 1948 por el gobierno Soviético como el ideal para instalar un laboratorio ultra secreto de experimentación con armas biológicas al aire libre, conocido sólo en círculos autorizados bajo el nombre Aralsk-7. Situada a 3500 kilómetros de Moscú, en un mar interior rodeado de un desierto poco habitado, la isla Vozrozhdeniya llegó a contener una verdadera ciudad sin siquiera figurar en ningún mapa. Patrullada durante décadas por lanchas que evitaban que nadie pudiera acercarse, en su interior, se realizaban pruebas con agentes biológicos que incluían distintas plagas, ántrax, fiebre Q, y botulismo, entre otras. Algunos agentes hasta habían sido modificados genéticamente, para hacerlos resistentes a los medicamentos existentes.

Abandonado en 1990 tras la caída soviética junto a un gigantesco vertedero de bacterias ántrax, la isla, comenzó con los años a rodearse de un extenso desierto, cuando el desastre ecológico del Mar Aral hizo descender en forma alarmante el nivel de las aguas a causa de los abusivos programas de irrigación en la región.

Video explicativo del desastre del mar de Aral

Así aumentó hasta diez veces su tamaño. La ubicación insular impidió la transmisión de microorganismos peligrosos a los países vecinos de las zonas continentales durante décadas. Pero el error de cálculo y la negligencia no pudo prever que la isla, quedaría peligrosamente unida al continente en el año 2003, transformándose en una de las zonas de desastre ambiental más tóxicas del mundo. La capacidad de sobrevivir en condiciones extremas de las esporas de ántrax son una amenaza latente para la vida en toda la región. De hecho, recientes expediciones de control realizadas por agencias norteamericanas, detectaron fugas en algunos de los contenedores. Desde el año 2002, Uzbekistán y EE UU firmaron un acuerdo de colaboración para descontaminar la isla, financiando programas que llegaron para neutralizar el vertedero de ántrax. La carrera entre la desaparición del Mar Aral y la descontaminación está librada desde entonces.

Recomiendo visualizar un fragmento del documental de Nick Middleton, emitido en National Geographic (de la serie «Going to Extreme»), la segunda parte de una visita a la isla «Voz»:

Inside the Vozrozhdeniya Island
PARTE 1
PARTE 2

Actualmente, la zona está restringida a los visitantes, aunque es asiduamente visitada por saqueadores. El antiguo poblado y los laboratorios, tienen el aspecto de un verdadera ciudad fantasma, abrumada por un eterno silencio. Su mala fama le ha valido el nombre actual de «la isla de ántrax». Irónicamente, la traducción del nombre original de la isla, significa «renacimiento». Pocas veces un nombre resultó tan desafortunado.

—————————————————– Visto en Vision Beta